miércoles, 17 de noviembre de 2010

Reflexiones y Debates III


Carta abierta a un pelotudo
(pero para esos que pueden darse cuenta)
Santiago Portiglia


“Están tan ciegos los de la oposición - por ambición personal o lo que sea - que no ven la enorme masa de gente que quiere un país de ciudadanos, de gente que viva dignamente y sin miedos del fruto de su trabajo? No pueden acordar un mínimo programa que contemple esto y así enfrentar a este proyecto de país totalitario y corrupto? O por lo menos, no hay ninguno con h. para enfrentarlos en serio?”

Comentario de un lector de La Nación online (jpassarin) del día 12/11/2010

Se que lo que voy a escribir no es políticamente correcto, pero me irrita el sentido común de la clase media. Me molestan las frases pelotudas del tipo de “la libertad de uno termina cuando empieza la del otro”, o “una cosa es libertad y otra libertinaje” o la detestable “Quiero crecer en la empresa”. El pelotudo practica su arte con cotidianeidad cuando toma un café con sus amigos, cuando intenta “levantarse una mina”, cuando reflexiona sobre el piquete que le hace perder el presentismo o cuando discute con su ex sobre el régimen de visitas de los nenes. Estos son los dramas existenciales que lo aquejan.
        Sin embargo, un día,  por alguna extraña razón (que se yo, una alineación planetaria de esas que se dan cada mil años) el pelotudo lee el diario. No ya los chistes o la sección de espectáculos para saber a qué hora pasan “El día después de mañana”, sino que lee el diario y descubre que tiene un extraordinario poder de indignación. Pero este poder de indignación tiene una particularidad. El pelotudo se indigna en abstracto y lateralmente. Se indigna por la anécdota y no por el problema central. Y como todo pelotudo tiene un director técnico y un politólogo adentro, el problema de la selección es que “no se pone lo que hay que poner” y el problema de la argentina es que los políticos “están ciegos” o “son corruptos”. El síntoma se confunde con la causa.
       Este espécimen vive eternamente en el primer momento de la dialéctica. Está rodeado de conceptos que repite sin entender acabadamente. Su vida es un eterno “universal abstracto”. No tiene alma de buzo. No le gustan las profundidades, pero aprendió a hacer la plancha y a usar el snorkel en un viaje de esos que hizo al norte de Brasil en los ‘90. Se piensa que es vivo, se piensa que es libre, que el pobre es vago, que el negro es chorro y que el proyecto de la URSS consistía en crear un superboxeador a base de anabólicos para que matara a Apolo y fuera vencido Luego por Rocky (no le pidan que vea la metáfora, compleja por cierto si nos acordamos de las barras y estrellas del pantaloncito del héroe).
      Igual no se me asusten, todos fuimos medio pelotudos alguna vez. El desafío consiste en experimentar la incomodidad de dejar de serlo. El sacudón es para los que se están empezando a dar cuenta, a los otros no tengo más que mandarles un beso.

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