martes, 22 de febrero de 2011

"Lo cierto es que jamás pude dejar de cantar"



 Fotos: Danpeople

Yo no sé a quién he salido / La flor del Tafí / Mi madre no fue cantora
Florece en septiembre y se seca en abril (...) / Pachamama, mamá tierra 
por favor tráenos suerte / que si nos sacan el agua seguro viene la muerte
Voy a cantar una copla no para dar un concierto / sino para reclamar 
fuera mina a cielo abierto / sino para reclamar fuera mina a cielo abierto...

Copla compuesta por Andrea y un grupo de compañeros


Una garganta joven canta desde las entrañas de los cerros de Amaicha. Ella aprieta la caja que marcó la vida de su abuela y que la generación de su madre dejó a un costado. El grito se subvierte frente a la contaminación del agua, por todas esas mujeres privadas del canto por la discriminación, ruge su sangre diaguita por aquella otra abuela del alma que fue asesinada por no callarse las verdades con que oprimen a su pueblo. 

Andrea aprendió a cantar de su abuela, y aunque un halo de timidez la distinga, mamó también su espíritu de lengua eléctrica, como le dicen esos que se inquietan ante sus denuncias. -Cuando llegué a Tucumán Capital descubrí otro mundo, donde la gente cultiva una práctica vocal para cantar, una infinidad de técnicas para estudiar al instrumento y muchos cursos en Buenos Aires que se dedican a enseñar con caja. Eso es maravilloso, pero muy distinto a lo que aprendí, escuchar a mi abuela no tiene comparación. Si bien Andrea es considerada coplera, para ella esa figura original está representada en la fortaleza de esa mujer que ha vivido toda la vida en el campo, con su caja y que sin saber leer ni escribir ha tenido su voz para hilvanar sentimientos en el momento mismo en que golpea los cueros de forma catártica. -Yo viajo y tengo mi papel y lápiz para escribir, pero esa mujer es la que improvisa y arma una rima, una coherencia sin estas posibilidades que yo tengo. Eso es lo más fuerte del canto con caja.

Andrea es la conjunción de la fuerza joven con la furia libertaria que late en la garganta coplera, la tranquilidad inmutable en los ojos y la firmeza de sus certezas, porque así le han enseñado.  Si lo pensás, lo decís. -Me he criado desde chica escuchando coplas, ahora estoy tomando más en serio esta responsabilidad de cantar y lo bueno es que están surgiendo otras chicas que están agarrando la caja para expresarse.
Su madre es artesana, cantó poco y sólo en círculo, con otra gente. -Hacerlo sola la emociona demasiado y por eso dejó de hacerlo, distinto pasa con mis tías que no lo hacen porque no saldrían a cantar en un escenario. Hoy se está difundiendo un poco más, pero en mi familia pasó algo extraño, soy la única de 9 nietos que agarró la caja. 



El Joy Joy es un canto de lamento hondo, mucho más sanguíneo que los folklóricos tradicionales que también sufre de una incomprensión generalizada. Las mujeres que lo mantienen se lucen sólo en los jueves de comadre, que es el festejo que se realiza el primer jueves de carnaval. -Yo no puedo cantarlo todavía, me parece un género demasiado especial como para tomarlo ahora.

XXV - Contra la condescendencia del arte
La copla es un género de la resistencia dentro del folklore, surge de las gargantas fuertes que se sobreponen a la discriminación cuando niñas y adolescentes. -En mí ha sido todo un proceso por el que tuve que pasar hasta llegar hasta acá. De chica siempre subía a cantar con mi abuela y ella me presentaba. Eso es lo que siempre pasa. La abuela un día presenta a su nieta. Así ella se convierte en su compañera, la que retoma y enarbola ese símbolo identitario salteado por una generación. En Andrea se resume la experiencia de muchas jóvenes que al entrar en la adolescencia dejaron la copla igual que sus madres frente al rechazo tajante de sus compañeros. -Me han llegado a decir que mis cantos son cosas de viejos y que yo los hago sólo para hacerlos sentir bien a ellos. No se comparte, no se entiende y ni siquiera se respeta. Fueron muchas las chicas que en esa etapa se alejaron de la caja. Yo misma me dije en un momento que no iba a hacerlo más. 

Mientras por un lado la discriminación atenta contra el género,  se presenta el lucro que posiciona a la coplera como un sujeto turístico, olvidando su matriz cultural. -Eso pasa mucho, se llama a los músicos para que se muestren ante el turista como algo exótico y al mismo tiempo hay una falta importante de espacios donde mostrarse.
Andrea sabe que este no es un momento más, la necesidad por esclarecer la pérdida de una compañera ensalza su lucha. -Este año hemos perdido dos referentes bien importantes, una de ellas fue asesinada. La familia la encontró muerta en su casa. Doña Esperanza Nieva era una mujer que cuando se subía al escenario no tenía problemas en decir las cosas. Hoy me resulta fundamental pararme en un escenario y proclamarme en contra de la explotación minera.
 
Andrea acompañó a Esperanza a aquella marcha de Pueblos Originarios a Buenos Aires. Dos días después de aquel encuentro sería asesinada en Amaicha y la Policía difundiría la infamia de una muerte natural, frente a la evidencia irrefutable de su familia que la encontró golpeada y semidesnuda. -Ella era una líder para nosotros, manejaba mucha información y luchaba activamente por nuestro derecho a las tierras.  Con 20 años sabe de la diferencia entre las causas urgentes, y por eso el presente le duele en todas partes, ella eligió el compromiso al olvido desde mucho tiempo de ese crimen que hoy la impulsa. -Lo cierto es que no he podido dejar de cantar nunca y hoy es una necesidad ante todo.

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